“Todos tenemos el potencial de ser creativos, porque todos tenemos un cerebro”. Entrevista con Mónica Kurtis

Por Isabel R. Benitez

En la vida hay caminos que parecen destinados a cruzarse. Como el de la doctora Mónica Kurtis y el de la creatividad. Es la sensación que te producen leer su libro (Potencia tu creatividad de la mano de la neurociencia, editorial Larousse) o una breve conversación con ella.

Kurtis trabaja desde años con enfermos de párkinson, y fue observar cómo funciona la creatividad en sus pacientes y su afán de divulgación —antes ya había fundado el blog NEUROfriendly— lo que la impulsó a profundizar en ella. Buscaba comprender mejor dónde, cómo y por qué se origina en nuestros cerebros, desmontar los mitos que existen en torno a ella y, sobre todo, crear una guía de práctica para que cualquier persona pueda potenciarla.

Por eso mismo, abrimos con ella una nueva serie de entrevistas en las que exploraremos los orígenes, los límites y el futuro de la creatividad. Porque en INNN tenemos el convencimiento de que la creatividad es uno de los principales motores de cambio y transformación personal, organizacional y social, pero hay una condición sine qua non para poder aprovechar ese gran potencial: su comprensión y conocimiento.

Hoy nos acercamos a la creatividad a través de la neurociencia con ayuda de la neuróloga Mónica Kurtis. Cerebros preparados… listos… ¡ya!

Pregunta: Mónica, la primera es una pregunta casi obligada: ¿qué es para ti la creatividad?, ¿cómo la definirías?

Mónica Kurtis: La creatividad es una capacidad cerebral como cualquier otra, como la de poder hablar, razonar o caminar, y en neurociencia se define como un proceso cerebral que produce algo nuevo, original, y algo que, además, es de beneficio, que aporta valor.

P: ¿A qué te refieres con eso último, con que genere un beneficio?

M.K.: Es parte de la definición de creatividad que cree beneficio, que aporte valor, que no es necesariamente lo mismo que ser útil. Porque es fácil pensar en que la rueda o un ordenador son resultado de la creatividad y son útiles y prácticos. Pero en la moda, lo artístico pictórico o una obra de teatro, pues a lo mejor es más difícil de medir…

Por eso hablamos más de beneficio o de valor. Puede tratarse de un beneficio a nivel personal: llegar a tu casa después de un largo día de trabajo, tener solo tres cosas en la nevera y acabar creando una cena deliciosa es creatividad, que te da un beneficio personal. Pero cuando nos referimos a la invención de la rueda, al Guernica o a la Torre Eiffel hablamos de otra forma de creatividad que beneficia a toda la sociedad: que rompe con las reglas, que nos hace pensar de otra forma, que abre nuestra mente.

P: Por otro lado, decías en tu definición que la creatividad es crear algo novedoso, pero se suele decir que “no hay nada nuevo bajo el sol”. ¿Podemos crear ideas realmente originales?

M.K.: Nos basamos fundamentalmente en lo que ya existe. Esto se ve muy bien en el arte. Para llegar a Tàpies has pasado por unas cuevas donde unos señores y señoras se pusieron a dibujar bisontes. Empezando por ahí, es como tener unos ladrillos e ir poniendo otro y otro y otro encima. Pero, incluso así, en el arte hay momentos en los que hay saltos cualitativos, en los que surge algo que antes no existía, que sí que es diferente, como, por ejemplo, cuando nace el cubismo.

P.: ¿Y qué tiene que pasar para que se produzca ese salto cualitativo?

M.K.: Ahí está el quid de la cuestión. Es en ese salto en el que generamos algo que jamás hemos visto, que es lo que pueden producir los genios, esas personas tremendamente intuitivas y quizás un poco locas que se atreven a ir más allá. Ahí hay mucho de superar barreras, de vencer miedos y romper reglas sociales, pero también hay un proceso en el cerebro que hace que podamos conectar ideas de diferentes ámbitos, ideas aparentemente inconexas, y producir algo nuevo. Eso es lo que da pie al acto creativo.

P.: Dices que es un proceso que se da en nuestro cerebro, pero ¿dónde se inicia o cómo funciona?

M.K.: Desde el siglo XIX, hemos descubierto que en el lóbulo temporal está el lenguaje; en el lóbulo occipital, que es la parte posterior del cerebro, la región que ve, la zona visual; que hay zonas especializadas en el movimiento, otras de las que depende nuestra capacidad para razonar… Diríamos que conocer esas zonas tan bien delimitadas nos han dado la base con la que empezar a trabajar en el análisis y comprensión del cerebro. Pero hoy sabemos que pensamos en redes cerebrales. ¿Qué quiere decir eso? Que, si a mí me meten en una resonancia magnética y me dicen “piensa en algo creativo”, se encienden muchas zonas de mi cerebro que están conectadas entre sí.

“Hay un proceso en el cerebro que hace que podamos conectar ideas de diferentes ámbitos, aparentemente inconexas, y producir algo nuevo. Eso es el acto creativo”

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A mí me gusta explicarlo como una red de metro o de trenes, que me parece que es una imagen muy intuitiva. Hay diferentes estaciones que son clave, pero es la conexión entre esas estaciones lo que permite la comunicación. Pensamos así, pensamos en redes que se iluminan en diferentes procesos.

Y para la creatividad creemos que hay dos redes muy importantes. La primera sería la red ejecutiva, que tiene sus nodos o sus estaciones más importantes en el lóbulo frontal. Es la zona que nos permite organizarnos, planificar, sentarnos a trabajar. Y la segunda sería la red por defecto. Esta es la red que se activa cuando, aparentemente, no estamos pensando en nada. Es la red de ensimismamiento, de ensoñación, la que se activa cuando estás aburrida y que nos permite divagar. De esas dos redes, cuya actividad está continuamente intercalándose, pensamos que surge la creatividad.

P.: Entonces si es algo que está en el cerebro, ¿podríamos decir que todos tenemos el potencial para ser creativos?

M.K.: Absolutamente. No se puede ni cuestionar ese supuesto. Todos somos creativos; todos tenemos el potencial de ser creativos.

Nadie conoce a un niño que no sea creativo. Los niños son curiosos, quieren experimentar con el mundo que les rodea y crean continuamente. Pero a lo largo de nuestro proceso de crecimiento se nos va olvidando. A veces, porque elementos externos van aplastando nuestra creatividad; en otras ocasiones, por nuestro propio juez interno.

Por tanto, hay que recuperar a ese niño interior y desarrollar el potencial de creatividad, porque se puede desarrollar. Al igual que vamos al gimnasio y ejercitamos los bíceps, podemos ejercitar la creatividad y, por tanto, ser un poco más creativos cada día.

P.: De todos esos factores que, de alguna manera, pueden capar esa creatividad, ¿cuál dirías que es, a día de hoy, el más decisivo?

M.K.: Es difícil decidir cuál es el principal freno, porque cada persona tendrá los suyos, pero creo que el exceso de estímulo es una de las grandes barreras que encontramos en estos momentos. Estamos recibiendo información de forma continua y, si no la estamos recibiendo, estamos asegurándonos de estar conectados a algo (fundamentalmente las pantallas) y eso hace que nuestra mente entre muy pocas veces en esa red por defecto, la red del ensimismamiento, la del “me dejo llevar”. Es posible que la ducha sea el único sitio donde todavía no te puedes llevar el móvil y donde la mente puede divagar. O justo cuando te vas a dormir, que estás en la cama entrando en el sueño.

P.: Por tanto, si todos tenemos el potencial para ser creativos, ¿cómo podemos despertar de nuevo nuestra creatividad o potenciarla?

M.K.: Aquí tenemos que introducir un concepto que es el de plasticidad cerebral. La plasticidad cerebral es algo que vamos conociendo cada vez mejor e implica que tu cerebro y el mío ahora mismo ya no son iguales que cuando empezamos esta entrevista (como esperamos que tampoco lo sea el cerebro de las personas que están leyéndola). Nuestro cerebro cambia, se transforma, continuamente. Hay neuronas que se hacen más grandes; hay conexiones entre neuronas que se rompen y otras que se establecen. Esto es lo que hace que una persona que sufre un ictus pueda recuperar movilidad después. Por eso, partiendo de la base de que nuestro cerebro es como la plastilina, se puede modelar y remodelar para ser más creativos.

P.: ¿Y cómo lo hacemos?

M.K.: Como hemos dicho antes, en la creatividad intervienen dos redes cerebrales, la red ejecutiva y la red por defecto, por lo que tenemos que pensar en formas de potenciar esas redes.

Decíamos que una barrera que obstruye mucho la creatividad es el estar conectados continuamente. Partiendo de ahí, una de las principales premisas para ser más creativos es aburrirse, darse tiempo para no estar pensando o con la mente ocupada en algo concreto, darle la oportunidad de divagar, de que pueda enlazar una idea con otra y dar pie a soluciones.

“Hay que recuperar a ese niño interior y desarrollar el potencial de creatividad”

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Yo creo que todos hemos tenido esa experiencia de que, cuando no estabas pensando en un problema, de repente encuentras la respuesta. Y pueden ser las cosas más nimias; no se trata de inventar la rueda. De repente, puedes llegar a una fórmula para que hijo coma mejor o a la manera de resolver un problema que tiene en el colegio.

Así que hay que aburrirse. Y para aburrirse necesitamos —y aquí es donde entra la red ejecutiva— planificar: planificar tiempos para trabajar, tiempos para no hacer nada… ¡y tiempos para hacer ejercicio! Porque sabemos que hacer ejercicio es uno de los factores que más ayudan a la creatividad.

También ayudan el mindfulness y la meditación, porque ejercitan la flexibilidad, el ir de una red a otra, y, por tanto, nuestra capacidad de atención, que, al final, contribuye muchísimo al proceso creativo.

P.: ¿Qué le decimos entonces a la gente que piensa que la creatividad no va con ellos, que es algo reservado para los genios?

M.K.:  Todos tenemos el potencial de ser creativos, porque todos tenemos un cerebro. Hay que abrir la mente a pensar en uno mismo como creativo; decirse a uno mismo “oye, soy creativo porque tengo un cerebro y soy humano y esto ya me hace creativo o potencialmente creativo”.

Isabel R. Benitez

Isabel R. Benitez

Periodista especializada en digitalización, tecnología e innovación

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