Una marca que baja el cielo a la tierra, la nuestra.

La Asociación Astronomía Sevilla quería renovar su identidad. El logo que tenían era muy ochentero y muy suyo, los había acompañado durante años y le tenían mucho cariño. Pero ahora tocaba mirar al futuro.

Así empezó este viaje interestelar.

Lo primero que hicimos no fue abrir Illustrator. Abrimos los ojos.

Y buscamos el cielo en Sevilla. Y no lo encontramos en las nubes, sino en los techos del Alcázar, en las coronas de estrellas de nuestras vírgenes, en relojes de sol que ya solo dan la hora a los curiosos en las calles y plazas.

Con todo eso construimos un sistema visual que no necesitaba propulsión: se movía solo. Estaba vivo y en expansión. Y de ese Big Bang nació una idea que marcó el norte, convirtiéndose en nuestra particular Polaris: “Bajar el cielo a la tierra”.

La identidad parte de una metáfora visual:
una constelación en movimiento que se transforma en una S.
De Sevilla. De Sistema Solar. De símbolo compartido.

Un logotipo modular, escalable, legible pero con carácter.
Una forma flexible, con alma.

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Una paleta cromática inspirada en el cielo sevillano: azul crepúsculo, índigo profundo, aurora cálida, naranja ocaso. Tonos con raíz científica, pero con vocación emocional. Como si el atardecer sobre Triana hubiera pasado por el filtro de Hubble.

Una tipografía geométrica, de arquitectura casi alienígena, combinada con otra diseñada para sostener lecturas largas sin perder el ritmo.

Y un sistema visual completo: ondas, partículas, órbitas y elementos que giran en torno a un centro. Como lo hace la Tierra en torno al Sol. Como lo hace la curiosidad alrededor de un enigma.

 

El día de la presentación compartimos el proyecto con parte del equipo de la asociación. Les mostramos el proceso, las decisiones, los hallazgos. Y surgieron comentarios e interpretaciones sobre el símbolo que habíamos propuesto. Alguien vio en él un sistema planetario. Otro comentó que los colores de la paleta eran los del ciclo vital de una estrella. Y un tercero dijo: “Son las Setas vistas desde el cielo”.

Y ahí lo supimos. La marca ya no era nuestra. Era suya.

Desde entonces, la nueva identidad se está desplegando poco a poco. No con prisas. No con un rediseño masivo de soportes. Pero sí con algo más importante: ilusión, conversación, sentido de pertenencia. Una nueva forma de mirarse desde dentro.

Lo que aprendimos

  1. Una buena identidad no es solo forma, color y tipografía. Es relato compartido.
  2. La ciencia también puede ponerte la piel de gallina.
  3. Cuando la estrategia aterriza en lo local, el mensaje llega más lejos.
  4. El diseño, cuando está bien hecho, no se impone: se queda orbitando dentro.
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